jueves, diciembre 2

Sigues esperando que suceda algo que nos acabe separando.

Te has maquillado para la ocasión: labios secos y ojos húmedos. Hay música en tus dientes, tiritan en el silencio de la última llamada que me hiciste antes de citarme en la línea del final. Yo me puse la camiseta ancha que desfavorecía mi figura, los pantalones de nuestra primera cita. Cené sola. Esperando a que sucediera algo que cambiara mi opinión: el final está tan cercano como mis sueños lejos se encuentran

Te bajas del taxi sin ganas de aterrizar, estás todavía en ese paisaje lunar donde hicimos el amor más de mil veces antes de hacernos daño. Paseas, con la boca cargada de excusas, "que esto podría alargarse más". Que no teníamos que arriesgar y tirarnos al vacío por las tonterías que me hacen vomitar, de repetitivas. Te cojo de la mano, te llevo hasta donde tengo fuerzas, te aviso de que no cuento con las soluciones de nuestra parte. Y en la rutina de verte llorar, nacen en mi corazón el dolor y las ganas de quererte, no puedo más. Aquí frené

Y ahora, tendríamos que anotar las cosas que debemos hacer para que una amistad florezca del rencor al que nos sumaremos cuando pasen horas. Y por qué a nosotros. Que lo dimos todo, que quisimos más con el alma que con el cerebro, que ya no encontramos palabras ni para decir lo precioso que era observar las líneas de la sábana marcadas en tu espalda. La luz que entraba por la ranura de las persianas, te ponían nerviosa y me despertabas para calmarte. Comimos trozos de tierra para hacer más pesado el vuelo y no chocarnos con el sol. En la luna están grabados nuestros nombres con un corazón desecho.

Y cuando admito que soy más yonqui que siniestra,
que lo que me hace temblar son las pastillas que tomo
para olvidar que algún día me daré cuenta de
lo imprescindible que eras en mi vida. 
Pero siempre habrá alguien que te quiera más. 

Aún así, descifré de tu susurro:

"No dejes de llamarme antes de las doce. Ni de contarme que odias al mundo. Ni dejes de asustarme con el fin del mundo cercano, aunque ya no pueda hacerte creer que todo va a cambiar. No quiero que me dejes de querer aunque sea solo un poco, porque sé que el día que lo dejes de hacer... vas a desaparecer. No te olvides de comer a cada hora lo suficiente para no vomitar. Recuerda que si ingieres más de la cuenta, los colores se convertirán en blanco. Y punto final. 
No quiero batallas. 
Todo lo especial de lo nuestro, es que solo luchamos por querernos más. 
No vamos a destruir lo que el tiempo ha obligado a dejar atrás". 


Y hoy, amanezco con fotogramas de la última vez en mi cabeza. 
¿Ya he desaparecido? ¿O desaparecí, y estoy volviendo a ello?


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