martes, febrero 22

Monstruo de papel, no sé contra quién voy.

Observo las fotografías de mis padres y veo mi cara sonriendo, fumando, preocupada, en otros lugares que nunca pisé. Con cierta fragilidad, pongo poca atención a quien dicen que fui yo no hace tanto, y siento tanto miedo como cuando sé que las cosas irán mal; como cuando el estómago arrastra días que siempre fueron mejores. Pero callo y sigo tropezando con imágenes rotas, fumigadas por el tiempo. Los dientes separados que dejan atravesar mentiras y que vuelen promesas que sabemos - y supimos-  son de papel, de aquel que no se vuelve a utilizar. Y arrastro mis dedos por lo dimensional que un día luchó por ser tridimensional, los veo, tan cerca de mí, como ahora estoy de los suelos donde tiraron colillas algunas veces, sin tener en cuenta, que un día de esos, su propia sangre arrastraría las zapatillas por el mismo camino, sin saber qué pensar de lo extraño que es rodar por el globo sin pensar en cómo el corazón tambalea y tambalea, tantas veces, sin control.

Obsesionada con los fantasmas que algún día estallarán más allá de mi sonrisa, pienso, en cómo seré en unos años. No me reconozco inocente y resbaladiza, ausente de problemas y sentencias que el tiempo echa a nuestras espaldas. Drogo a mis sistemas, escribiéndome en la frente frases que no llevan a ninguna parte. Asumo mis vidas tardías, aquellas que colecciono en tardes que no saben a nadie, llenas de todo y cubiertas de huellas mezcladas con las cenizas de las veces en las que he tenido que aceptar que el frío no es más que una estación del año.

Mi cuerpo tiene las marcas de nombres que nunca más volverán a atravesar las líneas telefónicas para chocarnos en el universo. Mi cama guarda el calor de cada lágrima que regalo a la madrugada, blindando la coraza que fabrico para que no llegue nadie que me haga temblar lo suficiente como para destrozar todo aquello que defiendo –que mañana si quieres, nos vamos a donde quieras-. En los espejos donde ya no se reflejan mis labios cortados, están las retiradas a las que me uno, en cada uno de los días donde sobrevivo hilada a los pasajes de las biblias que me regalaron aquellas caras que hoy, parecen la misma que la mía. Y que mañana, no será más que un recuerdo que haga llorar hasta la saciedad a quien le pertenece, y a quien le pertenecerá. 

lunes, febrero 21

Mi casa está donde estás tú: los mismos ojos, la misma luz.

Hoy he pensado en ti más de tres veces. No he contado aquellas en las que no te he desnudado, no valen la pena. He olido uno de esos sentimientos que te llenan la garganta, estuve quieta unos minutos para atender a todo lo que pudiera ser. No sé, tengo asumido que cuando te vea vamos a morir las dos en mi cabeza. Pero hasta entonces, quiero intentarlo. Hablo de un futuro no muy lejano, cuando el Sol traiga la depresión, cojas tú mis manos y yo no tenga nada que decir. He perseguido aquellas manías que te hacen más real, rota por mis palabras afiladas prestadas a los poemas que no me gustan leer en voz alta, después de haber violado el silencio de la noche con tus gritos. Esas noches que son solo tuyas. No me hacen gracia esas camisetas que dejan ver los besos que nunca echaremos de menos. 

He de admitir que no comprendo cuando no te veo. En cada nube, en cada huella, en cada letra, en cada color, veo parte de tus vísceras y daría parte de mi libertad con tal de que pases una noche a mi lado; en bragas y sin sujetador. No fumas y te molesta el humo, por esos mis mensajes no podrán llegarte jamás, los cuelgo en cada aro de oxígeno y melancolía. Solo puedo pensar en ti, tan paralizada en mi cerebro, dividida en porciones desequilibradas en mis comidas. Te observo y te disfruto, sería perfecto poder arrancarte una sonrisa de esas que me consumen. Sería tan precioso no quererte tanto como tú desconoces de mí; y más. No puedo caminar, pero sigo llena de ti, eso satisface cada partícula de corazón que salta a mi cabeza por verte despierta. El café te da cagaleras y el frío no te congela las cejas. No sé si cuando nos rocemos será una catástrofe, pero tengo que confesar que cada subterráneo que he montado en mis paranoias circulares (y siempre viciosas) puede ser destrozado por tu presente; no me importa. Eso significaría que cada sombrea que arrastran mis traspiés pueden convertirse en monstruos colgando de mi esqueleto.

 Tú encerrada entre mis pulmones y las costillas, tus parásitos enclaustrados en mi cráneo.


"Los mismos clavos, la misma cruz, 
los mismos clavos, el mismo ataúd."

lunes, febrero 14

Ten cuidado, estoy muy cerca.

Escucha, una vez, antes de que te tropezases con mis hilos, me contaron la historia de los enamorados.

Esta historia consta de dos personas que han construido su cuerpo solos (con sus experiencias feas y bonitas, de esas que se escriben en la memoria), que se encuentran y, si hay suerte, uno de ellos tendrá corazón de sobra para querer por dos y así, continuar andando unidos por el destino que dicen que está escrito en nuestras manos. Coser alma y razón para enterrarlos lejos del conjunto de huesos y venas que visten, que pasen los años y las mentiras se amontonen entre las cosas por hacer. Pasados nosécuántos veranos, tocará el septiembre o el abril en el que romperse; el corazón se parará y se escucharán canciones que te dan la razón: tu vida es una mierda.

Y quien pierde no es el que tenía corazón de sobra ni al que le faltaba algo entre las costillas, sino el que ha dejado de hablar, ha desaparecido en el mismo momento en el que Cupido le arrancó la flechita sin preguntar, el oxígeno entró en la herida y lo de siempre: infección y muerte trágica (de estas que solo las películas explican de forma detallada, te hartas de llorar y tatúas el nombre de la protagonista encima de la línea vertical que va justo debajo de la espalda: tu culo).

Total, quien pierde es el que se da cuenta que al volver a casa, ya no tiene a quién llamar diciéndole que está harto de que le moleste cuando está trabajando, encender la televisión, hartarse a chocolate y llorar hasta que llega el sueño acompañado de las pesadillas en las que alguien mejor que tú, cuidará a esa persona que tú dejaste escapar.

Me conformo con bailar un rato con la felicidad.

No sé cómo se empieza. Soy feliz sabiendo que mis demonios se curan solos. Pero me has fallado, te has instalado en los escombros de mi corazón y has jugado sucio. Todo esto ha pasado sin que te enterases.

No sé terminar tampoco. Mira, no tengo ganas de pensarte, tragarte y digerirte. Sacarte en versos que sufren insomnio, aniquilarte con el flúor de mis dientes, porque nunca tuve caries. No me quiero aprender de memoria tus historias secretas ni las contraseñas para que grites a mi oído en las noches de primavera. No tengo fuerzas para observar cómo te mino con mis vidas paralelas, no podría soportar lo que es entender que te pierdo. Mejor estás sin perder. Sin ganarte.

Que la felicidad de tus mentiras alumbre tus noches de monstruos, aquellos que no puedo vigilar cuando te escribo cuatro líneas para sentir que estoy viva. Y pido al cielo que nunca te de por preguntar quién soy yo, por favor. No deseo dejar de cuidarte en silencio. Y menos, que te acerques a un esqueleto tan miserable como este. Lo sabes, te odio como me odio a mí. Más que a mí, porque me has hecho preguntarme si soy algo más que el fantasma de dentadura separada y pies cabos. De máscara y secretos. De dolores y recuerdos sin arrancar.

sábado, febrero 12

Tengo miedo de desordenar tus vicios

Paseando por la ciudad, tal día en el que me sentía miserable, perdida y absorta en mis ideas e imaginaciones de mundos en los que ser una parte de la bohemia no era delito de estado, observé aquellos personajes vestidos con trapos vendiendo perfumes robados, otros tantos pidiendo limosna a cambio de direcciones sobre cómo y dónde aparcar, pequeñas cabecitas curiosas que pedían a voces que el señorito Viernes llegara antes de lo esperado, máquinas que hablan y te invitan a café, ojos cansados de leer lo mismo para no entender nada, corazones revueltos entre la marea de sangre sin oxígeno que enmarca sus esqueletos, humo de los cigarros a los que me falta dinero para llegar, trabajos no recomendados para la salud, estados de ánimo repetidos: ansiedad y pastilleo crítico para poder levantar las pestañas cuando no se llega a fin de mes.

La música que escucho me llega a aburrir cuando por mucho que avance, todo sigue igual. Los jóvenes de hoy no luchan, los jóvenes de hoy no saben qué cojones hacer con su vida. Solo entienden de guitarras desafinadas y ruidosas, de camisetas rotas, de gente que ha vivido hace treinta años, de polvitos que te convierten en dinosaurios débiles al amor, entienden de kilos y de estilos "raros", de amor, de sexo, de enfermedades venéreas, de qué hacer cuando llegas a los 27 sin haber cumplido ninguno de tus sueños de artista de rock pasado de moda. 

Entienden solo de escribir lo que tienen escrito en sus corazones: la muerte de sus padres. 

Sí, estamos muertos porque procedemos de personas muertas. Nuestro cuerpo son una mezcla de cenizas, sangre, trozos de carne fresca, fotografías de personas desaparecidas en la fisonomía del pequeño y poco más. No sé por qué tanto pedir a unos desequilibrados que no comprenden el mundo sin cenar cereales y celebrar el fin de exámenes como si de una revolución con éxito se tratara. No sé por qué confían en nosotros, nos dan los mandos de esta bola gigante si somos pequeños de cerebro y cuerpo. E individuales. 

Y entiendo de peor forma que nos carguen todos sus muertos, porque ahora es el momento de hacer algo nuevo, de romper edificios y quemar banderas, de salir de viaje y reventar las suelas de las zapatillas, de llorar y gritar, porque es justo el instante para salir corriendo a por más, porque somos jóvenes. Solo por eso. Y sigo sin entenderlo

Pero, sin embargo, continúo confiando en que la muerte me encontrará antes de convertirme en una carroza de colores apagados, vidas enterradas y huesos quebrados, confío en que esa señorita duerma conmigo en la cama antes de decir tonterías tan gilipollas por la puta boca. 


"Here's to the kids out there smoking in the streets.

They're way too young but I'm way too old to preach.

They know it all but they still ain't seen the truth.

Just play my song and I'll show it all to you."

miércoles, febrero 9

Se llenan los charcos cuando estás presente.


Fatídica noche.
Y el santo diablo se puso a rezar:
¿qué tienen los ojos de esa muchacha?
Pestañas que vuelven, cereza de escarcha.

Jugando a las cartas se puso a contar:
me sudan los cuernos si toco su pelo,
me crecen colmillos si veo su cuerpo. 

Cuando no hay remedio ya tengo la clave,
mortifico la carne con notas muy graves,
clavando saetas para que no se me escapen 
los trozos de tela que cuelgan del traje.

Jarramplas - Canijos sin fronteras

No suelo escuchar este tipo de música, pero la verdad, esta canción la escuché en la playa, junto a mi padre hace casi tres años, antes que el destino empezara a torcerse mucho más de lo que ya estaba. Los versos no me pasaron desapercibidos, busqué por muchos sitios, a veces se me ha olvidado y no lo he vuelto a hacer, pero hoy, a esta hora 2:01 a. m., en silencio, se me vino a la cabeza esa pregunta sin respuesta "¿qué tienen los ojos de aquella muchacha?". Todo, por ahora todo, para mi mundo pequeño y frágil.

La canción, para aquellos momentos de esa playa con Juan, mi padre y muchas cosas más.



lunes, febrero 7

Me gusta tu perfil contra la luz de la mañana.

En el mar no hay sitio para pensar.
Allí no está tu pelo.
Allí no hay ninguna foto.
Allí no puede estar tu cuerpo.

Hay algas que me entretienen.
Arriba y abajo.
Todo es tan lento.
Mi dolor, el agua y que me devoren los peces.

He perdido la ropa.
Y hace tiempo, no veo el sol. 
La oscuridad me hizo un hueco en su cama.
Y mis pulmones, encharcados de gritarte,
ya no son los mismos.

No puedo fumar ni veo la tres,
ya no leo revistas
ni sigo tu diario de tragedias,
ya no me importa 
quien intente mi papel los domingos.

Me fui para que no me echaras,
todo es más fácil cuando lloras,
no escuchas.
No tuve que decir la verdad.

Mis líneas se borran con la sal de estas gotas.
Todo lo que me rodea es agua.
Duermo las 24 horas,
siempre que no me molesten los submarinos amarillos.

No recuerdo la noche en que cambié de vida.
Solo el paf  que me llevó al silencio.
Después, nadie preguntó por mí.
Ni siquiera tus momentos sin Dormidina. 

Espero que tras estas líneas rotas,
te quites las bragas,
rompas tu cabeza contra el muro,
porque, como me dijiste hace 6 lunas:

"yo siempre detrás tuya,
yo siempre contigo".



miércoles, febrero 2

Aunque yo te quiera mucho, aunque yo te quiera tanto.

Me ahogo y no puedo, me ahogo y me matas, me ahogo. Y lo niego, “no, no, soy libre de paranoias estelares y sexuales”, pero te necesito. Necesito que tus errores corrijan la curva de mi espalda y que tengas ganas de escucharme después de las tres. Necesito que sonrías al verme aparecer sin arreglar y te enfades al ver tu foto de carné de aquellos cursos en los que todavía no te conocía guardada con otras de personas que ni conoces. Necesito terminarte antes de que llegue la mañana, que aparecerá la luz, y te irás, siempre te vas. 

Me hace gracia, memorizar tu nombre y las cosas que te gustan. Tengo que admitir que veo muy lejanas aquellas veces que salía corriendo con tal de no unir mis hilos a ninguna camiseta. Tú eres la camiseta. Y es raro confesar a las estrellas que bailaron con mi independencia, que me pongo nerviosa sabiendo que eso… jamás ocurrirá. No voy a llevar tu nombre en mis anillos, ni mis cafés serán el final de una noche tan corta como las ganas de olvidarte. Eres la camiseta blanca llena de mierda y con agujeros que me queda bien en verano, que utilizo en invierno cuando sé que podré lucirla cuando suene la canción que siempre bailaremos sin tocarnos, eres la camiseta. Y yo los hilos que, sin querer queriendo, curarían esas marcas en la piel de las noches en que eres parte de una historia de personas tranquilas que han dejado la juventud en un lugar desconocido y escondido.

Tú eres ese tipo de prendas que nunca huelen lo suficiente mal para llevarla a lavar.La que llevas a los conciertos, la que te pones para ligar.

Tú eres la camiseta de mi vida.