miércoles, febrero 2

Aunque yo te quiera mucho, aunque yo te quiera tanto.

Me ahogo y no puedo, me ahogo y me matas, me ahogo. Y lo niego, “no, no, soy libre de paranoias estelares y sexuales”, pero te necesito. Necesito que tus errores corrijan la curva de mi espalda y que tengas ganas de escucharme después de las tres. Necesito que sonrías al verme aparecer sin arreglar y te enfades al ver tu foto de carné de aquellos cursos en los que todavía no te conocía guardada con otras de personas que ni conoces. Necesito terminarte antes de que llegue la mañana, que aparecerá la luz, y te irás, siempre te vas. 

Me hace gracia, memorizar tu nombre y las cosas que te gustan. Tengo que admitir que veo muy lejanas aquellas veces que salía corriendo con tal de no unir mis hilos a ninguna camiseta. Tú eres la camiseta. Y es raro confesar a las estrellas que bailaron con mi independencia, que me pongo nerviosa sabiendo que eso… jamás ocurrirá. No voy a llevar tu nombre en mis anillos, ni mis cafés serán el final de una noche tan corta como las ganas de olvidarte. Eres la camiseta blanca llena de mierda y con agujeros que me queda bien en verano, que utilizo en invierno cuando sé que podré lucirla cuando suene la canción que siempre bailaremos sin tocarnos, eres la camiseta. Y yo los hilos que, sin querer queriendo, curarían esas marcas en la piel de las noches en que eres parte de una historia de personas tranquilas que han dejado la juventud en un lugar desconocido y escondido.

Tú eres ese tipo de prendas que nunca huelen lo suficiente mal para llevarla a lavar.La que llevas a los conciertos, la que te pones para ligar.

Tú eres la camiseta de mi vida.


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