lunes, agosto 29

Veraneante accidental.

Tú, sumergida en mi manantial infectado de palabras acuáticas y desarraigadas, devoción de tontos. Quererte y callarme, mientras arreglabas el mundo desde tu corazón al cerebro, esas batallas que sigues teniendo con los caminos que nunca son rectos; hoy me duelen las rodillas demasiado para aguantar tus recortes de presupuesto en las horas, a cada persona que se te presta. Como si fueras del color más oscuro inventado en la naturaleza, tiñes mis presagios (esas palpitaciones que toman cafés con mi sistema locomotor, los infartos de la vida) y, convertidos en despedida fugaz, ¿qué quieres que te diga? Por mucho que lo necesite, las pocas horas que no duermo sin freno o encuentro algo donde echar el hervidero de comederos de pájaro que, disimulando, se comen hasta mis uñas, ya me están empezando a sobrar.

Quizás sí, quizás sea eso, que, aunque prematura, nuestra ruptura con el universo fue lo mejor que nos pudo pasar. Lo único factible, lo de verdad, aquello que no pudimos evitar.


jueves, agosto 25

Tú siempre estabas dispuesta.

Decía el Romeo de mis adentros, "no puedo vivir sin ti". En el cuento de cada noche, me bajaba las bragas para tus mensajes desde otras galaxias, sin vergüenzas, y que me ataras a tus huesos con cadenas de plata para hacerlo más romántico y leal - sabes que siempre andabas quejándote de mi favoritismo por la suciedad en las parábolas que brotaban de mis venas hasta tu corazón-. Pero, ahora soy capaz de ver, desde el monte al que escapé con las ganas de vomitar debido a la ingente cantidad de perfumes diferentes que traían tus camisas, que solo estabas montando otro puzzle más, organizando cada pieza para echarte de menos cuando a la vida le diera por renacer en mis entrañas, sobornando al cerebro con fotografías que intentó olvidar a golpes de pecho: esa persona debió preguntarme cuánto quiso entrar en mi camino, para saber cuánto debía admirarle y cuántas tazas de café me hubieran gustado romper con las risas y el despiste de las tardes que empezaban a curarme la llaga.


En un principio, desde las cabañas solitarias y apestosas, solo fuiste la traición número 23040 que supuró las heridas que mantuve abiertas por diversión y canibalismo, lunas que tenían pies, soles que sufrían resaca. Te hiciste a otros brazos, decían tus diarios, lejos de los míos y pronto -tan pronto como yo te quise tener en mi pasado- olvidaste cómo me destripaban los helados de chocolate el estómago infectado de amor y nidos de mariposas muertas - tus ganas de creerme única, mis veces instaladas en las huellas que dejaban tus historias de película norteamericana-. 


Yo, ahora sé, que nunca dudé en hacerte hueco entre las muelas, para que tuvieras calor, comida y mi voz - por si el recuerdo te amenazaba con salir al presente, infierno de mis quereres-. Creí hacerlo bien, pero fue otra forma de fracasar, la soledad de tus calladas experiencias, te apuñalaba en la primera esquina en la que decidías recordar cuánto bien le hicimos a la vida. 


Pasando el tiempo por la ropa, mis ojeras siempre tendrán sitio para tus ganas de no-gente-para-nada y el no comprender lo extraño de las cálidas noches de invierno cruzando los cables desde tus imperfectos a mis desastres. Quise cuidarte, pero alguien vio divertido emborracharme, regalarme libros donde traducían tus fotografías en una forma de "escupir lo feliz que te hacía tirar a la basura todas las cicatrices que visten mis muñecas". Ahora, tarde, sé que todo eso es mentira. 


Una mentira gorda y catastrófica. 


De idiotas.






- Hace poco, en los sueños que me revientan,
escuché de mi propia boca, mi propia voz:

"Recuerdo,
ser recibos del gas,
gastado en la mecha
de las ciudades sin vida,
noches de ruido,
cervezas
y miradas sin sentido".



"Cuando vi la forma en que me conocías,
la manera de mirar,
el modo de entender la vida,
los espacios donde miras.

Cuando viste que tan solo era un suicida,
un egoísta irresponsable,
a punto de romper el cable.

Cuando viste que tan solo a duras penas,
me podía levantar,
curaste todas mis heridas,
me solías esperar."

Fito. Quique González. 

miércoles, agosto 24

Mañana ni me acordaré.

"Voy al baño,
estás ahí,
trágico lunar,
me estás mirando.
Me acerco más a ti
y advierto que,
estás llorando.

No me digas nada,
porque escucharé,
mis propias palabras,
y el espejo,
tendré que romper."


Y ahora no sé porqué,
tus idiomas,
mis madrugadas.

Los jardines infectados,
los estanques secos,
mi corazón vomitando,
tus ganas enredadas,
justo en mi pulmón derecho,
los restos del armisticio,
juegos pasados de rosca,
misterios líquidos;
gelatina y resistencia,
tus huesos y mi paciencia.

martes, agosto 16

Vienen encendiéndose, persiguiéndome...






Cosas que pasan.



Tardes,
dejándote morir,
soñar.

"Quizás volvamos a los 70",
la música se calló,
mi pulmón vomitó,
la vida se enfadó,
y tú,
brillando,
temblando,
¿qué pasa si ya no me quieres?

Tu vida empezaría a ser de verdad.
Pesadillas.
Sin madrugadas inquietas.
Delirios.
Razones que dan celos,
(angustias)
a los que no creen en San Viernes.

Los que no bailan,
los que no ríen,
los que no dicen mentiras,
los que duermen antes de las diez,
los que toman sopa,
los que beben vino blanco,
los que adoran el pescado,
los que engordan,
los que no tienen pasado,
ni vergüenzas,
ni congeladores por estómago.



Pd: el vídeo,
lo mejor que puede ver alguien que cree en San Viernes.

"No habría corazón en la garganta."

I wish I could reach your cancer when you turn black.

Nunca entendí lo de tener la tierra a mis pies, abriéndose de patas, tirándome las bragas. Quizás nunca la tuve y simplemente la sentí; de esos días en que dices todo lo que se te pasa por la cabeza con tal de echar fuera fuerzas que te sobran en tu escuchimizado cuerpo. Eso, solo me pasó con cierta edad, a partir de ella todas las plabras que cruzaban mis dientes, antes eran analizadas por la saliva, la garganta, la traquea, el cerebro, el corazón, los recuerdos, los miedos, la sangre, la vida.

Yo no puedo hablar así. Ni yo ni nadie que sea tan cobarde, histérico y maniático-controlador como yo. Tengo ese demonio interior que me hace ver los efectos secundarios de las palabras mal colocadas, esas conversaciones con las sienes de mi alma, chocando la frente contra la pared. Siempre he defendido mi última relación personal. Esa chica, a la única persona, hasta ahora, que le dije toda la verdad sobre mí. Incluso ni la chica de ojos azules sabe esto: le tengo terror a la noche. A sus estrellas, a la luna. Quizás por eso fumo sin parar, llenando de humo y fuego mi vida, cubriendo los huecos que deja Soledad en mis venas con bombones de fresa y melocotón, atrapando al tiempo con series de televisión a las que le dio tiempo de triunfar y fracasar, e incluso, dejar de existir. Los días pasan, con sus madrugadas, cargadas de mis ojos abiertos y ojerosos, rezando porque pase rápido el temblique de dedos, leyendo los libros que nunca recordaré en el momento preciso, acordándome de todo lo que olvidé hacer.

¿Cómo lo disimulo? Creyéndome patrañas. Patrañas que de tan enrevesadas, acaban arrancando minutos a la realidad, mi realidad. Y me enamoran, me odian, me visten, me hacen comer y llorar, me duchan, me peinan, me cantan nanas. Y las semanas, se van hilando en el diario de tragedias que firmo cada vez que doy un traspiés y me acuerdo de los imposibles a los que me atrevo a juzgar y creer vitales para que mis pies sigan andando hacia delante.

Si alguna vez digo la verdad, sobre mis temores, sobre mis amores, será aquí, disfrazada de letras y canciones. Porque eso es algo que no puedo evitar, que tú seas esa enfermedad. Tan encerrada dentro de mí que por mucho que retumbe, jamás nadie te escuchará. Unos días entretenida con mi risa, otros con mis instintos suicidas; la adrenalina de tener el poder de atraer visitas no bien recibidas.

Tu camino, despellejando cada milímetro de piel, contorneando cada sonrisa, separando mi yo con miedo a la noche, del yo que toma cafés y cigarros en la plaza donde las putas ganaban pasta no hace tanto. Tu camino, tan enfermizo, me hace ser mentirosa y cruel, me hace suicidarme en cada fotograma que tengo de ti y tus pataletas, tus vergüenzas, tus lenguas.

Tu camino, mi suicidio. Mi final, envuelto en celofán, mi cuerpo brillará para siempre. Tu camino, tan calcado en la orientación de mis arterias, arrastrándome por películas de terror. Tu camino, mis ganas de irme por mucho tiempo. Tranquila, sin nadie, sin tus días inoportunos.





"Broken hymen of your highness I'm left black.
Throw down your umbilical noose so I can climb right back"
Heart-shapped box. Nirvana.

- Siento ser pesada con ellos.
Él. O quién sea.
Pero realmente,
es lo único que entiendo desde hace una semana.



lunes, agosto 15

It’s true, most die in your bedroom.

Gelatina verde,
Dígame la verdad,
¿Cuántas veces pensaste en desquiciarme?
Te odio de veras,
Tan pacífica,
Te hincaría mi tenedor,
Pero eres tan escurridiza.

Gelatina, dígame,
¿Es verdad que mis dolores le hacen reír?
La noche y controlar mis voces,
Es gracioso, ¿no?

Cuando te meriende,
Te acostarás en mis venas,
Jugarás con mis vísceras,
Te dará un subidón la bilirrubina
Y te vomitaré; caerás en la acera.

Tus burbujas verdes dirán:
Hagan paso,
Ya llegó,
El circo estival,
Con melenas de león,
Lenguas afiladas
Y narices congeladas.
Hagan paso,
Ya llegó,
El circo de la chica que nunca se desnudó.

Buen intento, a la próxima será.


"Am not surprised.
I got my head caught underneath the ice.
No, I am not surprised."

domingo, agosto 7

Polly wants a cracker.

Fotografías que simulan disparos en la frente.

Costuras de papel y tragedias,
Diarios de la noche,
Cementerios del bien,
Estatuas de mármol en flor.

Galletas que disuelven tu llanto,
Añicos y migas,
Ojos infectados y cristalizados,
Restos del incendio.

Perdona a la vida,
Por darte venas y costillas,
Dientes y acné.
Perdónala,
Ella no quiso ser cruel.




"I´m so warm and calm inside.
I no longer have to hide.
Let's talk about someone else.
Steaming, soon begins to melt.
Nothin' really bothers her,
she just wants to love herself."
You know you're right. Nirvana.





jueves, agosto 4

Mal, cuando jugué al despiste.

Tengo miedo. Por eso escribo con un bolígrafo rojo, para dar cobijo a las fuerzas que me faltan. Barrigas infectadas del enganche al mirar atrás, sonrisas tímidas que sucumben con la aparición de las historias que dejé en otros lugares de la tierra.

Terror al ver qué drama se guarda la vida para mí y una garganta afónica de gritar en las pesadillas que protagonizabas, acordándote de lo que pudimos ser. Consonantes que suenan a tu carné de identidad y citas que siempre arden en nuestras sienes. Cruces de cables chamuscados y retorcidas manías de crucificarme al sol para que entiendas cómo duele comprenderte tan bien y para más inri, huyas tan lejos. Pánico y cigarros que tiñen de un amarillo oriental mis dedos, mientras observo cómo compran a mitad de precio las camas que se quedaron vacías y frías.

Luces que alumbran los dientes que me mordieron los brazos que intentaron abrazarte en la estación de esa capital del sur, y papeles guardados de la denuncia al cielo, solo fue una estrategia para tenerte cerca unos minutos más.

No recuerdo otro motivo que ese.



"Cuando estés en vena,
acuérdate de mí,
trataré de hondear mi bandera.

A veces no hay manera.
Seré la noche entera.

Queríamos vivir
sin tener que contar las estrellas,
cuando me di la vuelta
estabas empezándote a vestir.

"Esa canción me suena",
dijiste para ti,
sin saber encontrar la respuesta."