lunes, agosto 29

Veraneante accidental.

Tú, sumergida en mi manantial infectado de palabras acuáticas y desarraigadas, devoción de tontos. Quererte y callarme, mientras arreglabas el mundo desde tu corazón al cerebro, esas batallas que sigues teniendo con los caminos que nunca son rectos; hoy me duelen las rodillas demasiado para aguantar tus recortes de presupuesto en las horas, a cada persona que se te presta. Como si fueras del color más oscuro inventado en la naturaleza, tiñes mis presagios (esas palpitaciones que toman cafés con mi sistema locomotor, los infartos de la vida) y, convertidos en despedida fugaz, ¿qué quieres que te diga? Por mucho que lo necesite, las pocas horas que no duermo sin freno o encuentro algo donde echar el hervidero de comederos de pájaro que, disimulando, se comen hasta mis uñas, ya me están empezando a sobrar.

Quizás sí, quizás sea eso, que, aunque prematura, nuestra ruptura con el universo fue lo mejor que nos pudo pasar. Lo único factible, lo de verdad, aquello que no pudimos evitar.


2 comentarios:

  1. En todos los lugares te encuentro
    en todos los lugares me siento un habitante más
    en la ciudad del viento
    Hay una calle que lleva tu nombre
    pero no me acuerdo
    después de aquél invierno
    traté de encontrarte en los cafés del puerto
    Fin de temporada
    para los cantantes y los camareros
    doblan las campanas
    y las caravanas
    salieron del pueblo.

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  2. Todo el espacio exterior cabe ahora en mi interior.

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Guapos y guapas