lunes, febrero 14

Me conformo con bailar un rato con la felicidad.

No sé cómo se empieza. Soy feliz sabiendo que mis demonios se curan solos. Pero me has fallado, te has instalado en los escombros de mi corazón y has jugado sucio. Todo esto ha pasado sin que te enterases.

No sé terminar tampoco. Mira, no tengo ganas de pensarte, tragarte y digerirte. Sacarte en versos que sufren insomnio, aniquilarte con el flúor de mis dientes, porque nunca tuve caries. No me quiero aprender de memoria tus historias secretas ni las contraseñas para que grites a mi oído en las noches de primavera. No tengo fuerzas para observar cómo te mino con mis vidas paralelas, no podría soportar lo que es entender que te pierdo. Mejor estás sin perder. Sin ganarte.

Que la felicidad de tus mentiras alumbre tus noches de monstruos, aquellos que no puedo vigilar cuando te escribo cuatro líneas para sentir que estoy viva. Y pido al cielo que nunca te de por preguntar quién soy yo, por favor. No deseo dejar de cuidarte en silencio. Y menos, que te acerques a un esqueleto tan miserable como este. Lo sabes, te odio como me odio a mí. Más que a mí, porque me has hecho preguntarme si soy algo más que el fantasma de dentadura separada y pies cabos. De máscara y secretos. De dolores y recuerdos sin arrancar.

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