lunes, mayo 30

Vamos, que va a llover.

Esta ciudad sigue igual, quizás más vieja, más sucia. Es una historia rara, tu vida atropellando la mía. Tan verdadera y dolorosa que apenas se podía tocar. Tu despedida fue un escalofrío, esas palabras hiladas al frío de enero, subiéndome los pantalones, prometiendo que volverías pronto. 


Y crecer fue lo que seguía. 


Pero ahora observo, sí, yo dejé huellas imperceptibles en ti, no puedes echar la siesta desde que te conocí. Fueron tus equilibrios en la cuerda floja que era mi estabilidad, sosteniendo entre tus manos mi personalidad. El público eran mi soledad y tu experiencia en las mesas de billar. La locura de aquellos días me cegaba, buscando a tientas los tornillos que nos clavaran en la eternidad. 


Y tú, te ibas.


Recuerdo aquel día, mi nariz agujereada y tu corazón tan serio y frío, con los labios cortados por el noviembre de ese maldito nueve. No era esto ni aquello. Entre mis drogas, estaba la necesidad infinita de llevarte a mi mundo, pero tú, solo querías crearlo para nosotras dos. En un fin de semana me cogiste los pies, colgándolos del primer árbol que encontraste en el bosque de tu figura, y cuando la sangre me mareaba y ya casi ni recordaba mi nombre, me decidiste:


o tú o nadie.

Sí, tú. Pero continuaba necesitando gafas para estar en pie, y rompí muchas botellas llenas de ti en partidas de ajedrez con las tormentas que no dejaban de molestar. Esas que te obligaban a olvidarte el paraguas, a mojarme el culo a las 7 de la madrugada. Buscaste solución a mis psicopatías sociales, como reírnos del cielo en los ascensores, aquellos que nos llevaban a Nunca Jamás, hasta que mi estómago solo te soportó a ti. Y tenía el pelo corto.

Nadie se atrevía a retarnos en joder al universo, ni mucho menos se metían entre las gotas de lluvia y nuestras frentes. Yo siempre estuve orgullosa de los contenedores de esa cale anticonstitucional, las comidas encharcadas de salsa, los dolores de cabeza interminables, los apuntes llenos de percheros; verte sonreír por la mañana, llegabas tarde y tu cuarto de baño había reventado de mierda. Qué tragicomedias me contabas. 

Y hoy, con más de un año a nuestras espaldas, sin conocernos apenas, tú "jugándote la boca", yo follándome a la verdad, echándote de menos, ocupando mi cerebro de recuerdos irrepetibles, nadie me quitará la puta idea de verte abducida por extraterrestres. 

Yo los vi, eran naranjas, con manchas rojas. Llevaban camisetas de los Kiss.

Pero la verdad, suele ser diferente. Casi siempre. Y esta vez lo es:

Nunca quise aceptar que esto te quedara pequeño, que encima, tuvieras razón: mi vida es una mierda incrustada en una rutina insatisfecha, que a ver cuando encuentro mi esquina

Bueno, hay que aceptarlo, mis bragas siempre te quedaron ajustadas. Seguro que ahora, aunque regular, estás mejor. 

Y yo que me alegro, de verdad.


Este  verano nos vamos a ver. 




 "Ella se siente bien,
yo me siento en el suelo,
tranquilito a mirarla.


Ella empezó a correr,
yo me quedo vigilando
las ventanas de su casa.


Te vienes ¿o qué?




Mañana volveré."


Trasegando. Marea.


Y sí, me siento sola sin ti. 

2 comentarios:

  1. Que mezcla nostalgicosurrealista más rara has creado. Mola un montón.

    "tu cuarto de baño había reventado de mierda".

    Genial.

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  2. Anónimo9:03

    Y había reventado, en serio.

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Guapos y guapas