lunes, junio 6

Es la historia de mi vida: huida hacia delante.

Me dijo que:

"Siempre he hecho lo que me daba la gana. Lo que me apetecía. Y que nadie se atreviera a intentar quitarme las ganas de morirme, de fastidiar. Sabía de sobra cómo alumbrar las noches que estaba solo, también sabía arroparme para cuando el frío me dejaba heladas las pestañas. Pero nunca me hizo falta ni el ápice de nada para sustituir mi ego, mi vida, mi forma de comprender por escuchar otra voz. ¿Para qué? Esos susurros débiles y esos "sinsaberquéhacer", realmente plastas, inconformistas y estúpidos. Utópicos."

Le dije que:

"Exagerado. Todo lo plasta, inconformista y esas cosas que dices, no son más que raíces mal plantadas. Y me provoca risa verte así. "Haciendo lo que te da la gana". Es bonito romperse en dos, dejar vivir al demonio que llevas dentro, pero ten cuidado, no lo alimentes solo de espanto a la humanidad. Tengo miedo desde siempre a compartir abrazos y noches eternas, terror al sentir que algo dentro de mí se descuajaringa al desaparecer ciertos hábitos. Yo sigo temblando en madrugadas enganchadas al recuerdo, pero al fin y al cabo, es lo único que tengo."

A la mitad me sorprendió con:

"¿Y no estás harta de lo mismo? De sentir que todo se te va y que nunca te has marchado. Que nunca serás la que dé la espalda, la que tire del brazo, la que vea explotar corazones maltrechos, la que lea canciones tristes dedicadas a tu cuerpo en líneas que no distinguen el cielo del infierno, la que se tenga que ir, la que se olvide de las fechas, la que no sufra dolores de estómago al no recibir la llamada de buenas noches. Yo estoy harto de observar cómo recompones los trozos de tu alma, cómo tu espalda se olvidó de la espina dorsal y tus brazos se llenaron de acertijos en heridas, nombres que nunca conocerán la verdad, ojos que nunca te querrán."

Y antes de que acabara de destrozarme, recordé que:

"No, no lo estoy. No soy mártir, jamás decidí recibir golpes. Pero prefiero verlos venir que estar de espaldas. No puedo reprimir las ganas de mirar, de verme enterrar. Hace tiempo que no puedo dejar estar la memoria, ni siquiera puedo asegurarme semanas de tranquilidad. De paz mental. Quizás beber, quizás las maravillosas drogas. Algo sirve para el momento, para "hacer lo que me de la gana", pero después, llegar a casa y que el silencio se coma a bocados mi vida, escribiendo sin parar, poemas de aquellas veces en que todo, quizás, fue mejor. Y siempre anhelar, y tener en cuenta. Dejar fluir "todo lo que tenga que ocurrir". Es triste para mí, encontrarme con muros como tú. Infranqueables. Asustados. Tengo la sensación de que jamás cambiarás, por muchas crisis que te brinden la oportunidad de salir por patas de esas magulladuras, de ese sin vivir. Porque eres de un cristal muy fuerte, un cristal para el que no tengo alma, mi vaho nunca podrá escribir nombres ni tres en raya individuales. Y mi pecho lleno de pena.

Y tú, tan perfecto, tan intocable, tan sincero como siempre."



"Y siento que tu risa es llanto,
cuando buscas en mí 
donde nunca hubo nada.

Tiemblo al sentir,
cómo quemas tus alas en mí.

Más lejos que nunca voy a estar,
como un pálido reflejo.
Es tan difícil ya 
que cierren mis heridas.

Mi dulce muerte, mi dolor. 

Siento que la luz se apaga 
y sé que la vida se va,
hasta el final, 
aprieta hasta el final."

Biarritz. Amaral.





2 comentarios:

  1. Gritar para romper el silencio, y para espantar a todos esos que lanzan golpes a diestro y siniestro.

    Mola la entrada.

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Guapos y guapas