lunes, abril 16

Acerca el oído, quizás escuches el mar.

Miro la pantalla y me alegro del tiempo que hace que no me duele pensar en estar con los demás. Ese dolor inamovible de sentirte querido solo cuando estás en compañía. Sentimiento egoísta y que te hace vomitar y llevar a cabo acciones estúpidas. Pero es contagioso y luchar contra él te devuelve muchas situaciones que creías superadas y enmarcadas en la piel que mudaste el último verano. Ahora me arropo, mañana tengo clase temprano, juraría que no tengo ganas de dormir, pero es el estado que se inocula tras horas leyendo sin parar. Leer sobre teorías que intentan describir a enajenados mentales. Y ahora veo las fotografías que un día escocían y jamás quise mostrar, ese pasado del que siempre reniego porque nunca me creo crecer.

Pero ahora caigo, no sé si feliz o engañada, pero mi los meses que vienen parecen darme la razón y eso es un motivo importante para sentirme bien. Los quebraderos de siempre hoy me parecen la idiotez más grande que jamás se inventó.

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