jueves, marzo 24

Necesito un buen azote.

Una luz aparece en el fondo de mis ojos. Amanece. 
Catástrofes terciadas por tus desvencijadas manías y mis norias estelares. 
Tus pupilas grandes, en la oscuridad de cada mentira que mando al cielo, 
que no te de por llorar. Ni por pensar que cambiar de vida es lo mejor, 
porque entonces, asistirás a la quema de brujas 
que escribieron nuestro destino. 

Te he hecho una cama con el pellejo 
que arranca el insomnio a mis madrugadas. 
Dormirás todas las horas que hagan falta 
para que no recuerdes mi nombre. 
Que las sábanas que te abracen, 
te hagan temblar en medio de tus fantasías. 
Recojo y me voy al fin del mundo, 
te veo para cuando las pastillitas te dejen hablar. 

Me gustaría admitir que tendré paciencia para 
esperar a la muerte en mi cama, 
no es una letanía arrolladora, 
las drogas y madrugadas atadas a mi sien 
son compañeras de habitación demasiado benignas. 
Pero, en realidad, hay veces que todo sería más fácil 
si mi cabeza se estampara contra la pared; 
muro que crearon tus palabras de plastilina, 
amoldables y mentirosas. 

No sé, estaría genial verte desaparecer,
 como la luna cuando se toma días libres, 
el Sol no da para más. 
Puedes hacerlo, abandonar y dejar que todo fluya. 
Olvídate de mi cara y suspiros, puedes también, 
arrancar días al calendario para que el peso sea más liviano.

Y por favor, no tengas en cuenta si ves mi lengua cortada, 
habrá sido el miedo, al querer tirarme de un sexto. 
Mis ojeras, no más que la fisonomía dada a los vicios y dramaturgias.

No es para tanto, al fin y al cabo, algún día te tendrías que marchar




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