miércoles, noviembre 17

¿Cómo privar a alguien de velar esos ojos tan bonitos?

En la mente crecen solas las ganas de reventarte con palabras que duelan en el pecho. Y tengo suficiente fuerza para gritar y aplastarte debajo de todo lo poco que puedo llegar a ser. Obtener tu alma en un mal soplo que, distraído tengas, y creerme reina de tu interior. Manejar la forma en la que trates a esa víctima de mi diario de tragedias. Que tu sangre se congele en aquellos instantes y te caigas muerto

Todo gira alrededor y nadie cae en la cuenta de que te has llevado lo único que puede hacerme reír. Caigo en la pulmonía que malsané a base de medicamentos dulcificados con sus presentes e incendios apagados. 
Y mezo, poco a poco, las respuestas que te daría si fuera capaz de hacerte desaparecer. Enterrarte a cincuenta metros de tierra. 

Y te veo, de su mano, de sus ojos, de sus pies, rozando con tus zapatillas, y su piel, rota por las veces que la quise querer, y te entrometiste en nuestra conversación. Su pelo, mezclado con la lana del gorro que le regalaste en verano en aquél Berlín del cero ocho, ¿cuántos años de felicidad? ¿Cuánta bondad en tus párpados?

Yo lo único que deseo es tu corazón. Y tu forma de hacerla feliz, que es superior a mis intentonas de suicidio de personalidad para agradecerle a ese dios asqueroso, que se cruzara en mi camino, esos ojos tan claros como cobardes. Y mis brazos, quebrados y diferentes, ahora tienen letras que cuentan historias terroríficas. Han dejado de creer en el sentimiento puro y cruel, esa sensación de atontamiento de piernas, babas cayendo    más abajo de los zapatos, luce-citas en los ojos nublados y noches que quedan para las películas porno más sencillas. Ella pertenece a mí esos días en que los polvos burlan la materia gris


Pero, la realidad es diferente. 
La realidad eres tú y tus cursiladas. 
Y te tengo el mismo asco que me tengo a mí, 
porque sigues existiendo por mucho daño que te pueda hacer. 
Y ahora solo quedan marcas y vuestro amor.

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